A inicios de la década de los años noventa, el Archivo Arzobispal de Lima, ubicado entonces en el centro histórico de la capital, sufrió consecuencias de un atentando terrorista. Laura Gutiérrez señala: «Sus balcones habían volado el año anterior con un coche bomba puesto en la puerta del Jr. Lampa, a espaldas de la Catedral de Lima, y nadie se había encargado de proteger la documentación que en él se custodiaba y que sufría de las inclemencias del tiempo y la humedad sobre todo nocturna, así como de los gases que despedían los carros» (Gutiérrez 2017: 21).